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Mujeres y cannabis: Visibilizando la desigualdad

Mujeres y cannabis: Visibilizando la desigualdad

Mujeres y cannabis: Visibilizando la desigualdad

Por Gemma Altell

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El próximo día 10 de marzo se celebrará en Barcelona el Primer Encuentro de Mujeres Canábicas con el objetivo de crear la red REMA (Red Estatal de Mujeres Antiprohibicionistas). Es una buena noticia.

El entorno de las drogas- como todos en nuestra sociedad- está teñido de ese patriarcado omnipresente que consigue, habitualmente, invisibilizar las realidades, necesidades, expectativas y anhelos de las mujeres y/o de aquellos hombres que no responden al modelo tradicional; es decir que no responden al rol de género que se les atribuye.

El ámbito del consumo de drogas no es una excepción a esta situación. Si tenemos en cuenta que el consumo de drogas es una cuestión que  ha sido asociada tradicionalmente al género masculino porque, aún siendo el consumo de drogas una conducta transgresora y mayoritariamente reprobada por la sociedad,  es un comportamiento de riesgo y de transgresión más acorde con la imagen del hombre al que se que se encumbra desde el sistema pariarcal (valiente, arriesgado, intrépido, decidido, etc…). Las mujeres hemos sido doblemente penalizadas por acercarnos a ese entorno que, además de ser transgresor en si mismo, lo es en mayor medida en el caso de las mujeres por convertirse en el opuesto a lo que se espera de nosotras: que seamos responsable, sumisas, que no perdamos el control y que cuidemos a la sociedad en general y, en concreto de la infancia y de los hombres.  Esa transgresión del rol en las mujeres conlleva muchas consecuencias en diversos ámbitos provocadas por la mirada que se impone sobre las mujeres que están en el entorno de las drogas ya sea como consumidoras, productoras, traficantes  o dependientes a las substancias.

Por otro lado, en las últimas décadas, el fenómeno llamado  “espejismo de la igualdad” ha tocado también el ámbito de las drogas. El espejismo de la igualdad ha potenciado que, después de algunos años de políticas de igualdad -relativamente efectivas-, ha parecido que la igualdad entre hombres y mujeres estaba ya alcanzada. Que los discursos feministas no estaban alineados con las prácticas relacionales contemporáneas entre los sexos y por consiguiente no hacía falta visibilizar las desequivalencias porque no existían. En este contexto las nuevas generaciones de mujeres consumidoras de drogas han sentido que podían comportarse “como los hombres”. Sin duda ellas están respondiendo a una nueva pauta de feminidad que contempla el consumo de drogas pero, desgraciadamente, las miradas y a veces consecuencias no son las mismas para ellas que para ellos. Eso sí,  “lo políticamente correcto” ha invadido todos los relatos consiguiendo invisibilizar aún más esa desigualdad.  Pero esa mirada patriarcal sigue presente y sigue tiñendo cada una de nuestras acciones. Nos encantaría a las mujeres ( ya muchos hombres) poder afirmar que la igualdad está alcanzada pero no podemos. Entretanto, y para llegar a ella, es importante visibilizar que las mujeres también están presentes en los diversos universos del consumo de drogas y, además, que pueden vivir situaciones diferentes, experiencias específicas por el hecho de ser mujeres y sentirse diferentes por ser miradas  y leídas como mujeres. Por todo ello es importante que  se produzca este primer Encuentro de mujeres cannábicas.

Si hablamos específicamente de las mujeres en el universo cannábico nos encontramos con  entornos altamente masculinizados donde el imaginario mayoritario sobre las mujeres es el de la cosificación y sexualización del cuerpo. Volvemos pues a esa mirada patriarcal que atribuye a las mujeres consumidoras -o productoras o cultivadoras-  una mayor disponibilidad sexual. La fantasía de una sexualidad patriarcal en la que las mujeres accedemos  irremediablemente (muy paralelo, por cierto, a la visión de la mujer en la pornografía tradicional) a participar por sentirnos atraídas por la sustancia y por “el hombre” es una constante en la publicidad cannábica.

Otro ejemplo claro del androcentrismo en el mundo cannábico es  la presencia de las mujeres en los clubes cannábicos. Ésta no es precisamente  cómoda. Tal como cuenta muchas de ellas. Es un  entorno percibido como hostil por las mujeres justamente por sentirse miradas como mujeres en estos espacios.

La industria cannábica, consciente que para expandirse necesita a las mujeres, ha adoptado un enfoque esencialista impulsando la creación de productos específicos para las mujeres cayendo de nuevo en los viejos estereotipos como es, por ejemplo, utilizar el cánnabis como ansiolítico o antidepresivo “natural” reforzando así  la extendida idea de que las mujeres requieren de más medicación u otras sustancias en su vida cotidiana por tener más altibajos emocionales que los hombres. Uno de los temas clásicos en salud y perspectiva de género.

Sin embargo hay una parte del movimiento cannábico- el que está en la lucha por la legalización- que debería y puede compartir con las mujeres la lucha. Hay que entender que las mujeres pueden participar con voz propia, de forma activa, visible y en primera linea. Primero porque las mujeres activistas forman una parte importante del movimiento, segundo porque tienen mucho que aportar al discurso sobre las libertades y los derechos y tercero porque es justo: si entendemos que el entorno canábico (así como pasa también con otras sustancias) ha tenido dificultades en sus reivindicaciones políticas en parte por ser estigmatizado  como colectivo podemos entender que lo mismo nos ha sucedido a las mujeres históricamente por el hecho de serlo; nuestras opiniones han merecido menos crédito y nuestras reivindicaciones menos prioridad.

Por estas razones y, especialmente,  por poner en la agenda las necesidades específicas  y legítimas de las mujeres consumidoras de drogas es necesaria una actitud abierta y comprometida  y plural de cada uno de los agentes políticos, profesionales y activistas que participan en este debate.

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