*Imagen de portada: ONU Mujeres
En los últimos días hemos escuchado / leído afirmaciones muy graves y desinformadas sobre consentimiento y violencia sexual. Por ello, desde Noctámbul@s, proyecto especializado en la materia desde hace 10 años, consideramos necesario aclarar algunas cosas al respecto. Y lo hemos hecho en este hilo de twitter:
El consentimiento es un elemento central en la teorización y práctica política feminista desde hace más de 50 años. No se ha inventado, ni mucho menos, con la actual Ley de Libertad Sexual, aunque ésta lo recoge de manera impecable, indicando que este no se da por defecto en una relación sexual, sino que se tiene que construir de manera activa, manifiesta y consensuada por todas las partes que en ella participen a través de actos afirmativos: vaya, que #solosíessí y que #consentirnoespermitir.
Para que haya violencia sexual no es preciso que haya heridas visibles. Hay multitud de formas de coacción y de relaciones de poder que hacen que las agredidas no estén en igualdad de condiciones para decidir libremente si consienten y desean esa relación. Como dice Pamela Palenciano: «no sólo duelen los golpes».
La lógica de que es necesario mostrar heridas para probar la violencia responde a diferentes mitos sobre las agresiones sexuales: que se dan siempre con empleo de fuerza física, que los agresores son monstruos violentos o que la víctima, para ser considerada como tal tiene que haberse resistido de manera evidente y activa (hay multitud de formas de resistencia de las mujeres que no pasan por los golpes). Estos mitos y estereotipos siguen presentes en diferentes agentes y, entre ellos, en el sistema judicial, como demuestran investigaciones que puedes descargar aquí:
- Las violencias sexuales en el Estado español: marco jurídico y análisis jurisprudencial (de Grup Antígona, coordinada por Creación Positiva)
- Intervenció sobre els estereotips de gènere en el sistema judicial (de Irídia)
Otro de los mitos es que los agresores son, en general, personas desconocidas de las víctimas, cuando en un gran porcentaje son de su entorno cercano e, importante, en muchos casos es la propia pareja (y sí, si tiene «relaciones» contigo mientras duermes y no has consentido, es un violador). Podéis leer al respecto este artículo o ver un cortometraje (duro) sobre la realidad de muchas de las violaciones, lejos de la imagen estereotipada del ‘callejón oscuro’: «Soy ordinaria«, de Chloé Fontaine.
Para entender cómo funciona la ausencia de consentimiento mediada por las relaciones de poder, podéis leer el libro «El Consentimiento» de Vanessa Springora o ver el recién estrenado documental «El techo amarillo» de Isabel Coixet.
Hay una amplia genealogía y multitud de investigaciones, audiovisuales, formaciones, posgrados, artículos, obras de teatro, programas de radio, novelas, poemarios, canciones, campañas, protocolos, pancartas, grafitis y un largo etcétera que explican estas cuestiones. Así que recordad: escuchemos y leamos a las expertas en género y violencia sexual y al movimiento feminista. Y, sobre todo, pongamos en el centro las necesidades de las agredidas y todas las que luchan para la erradicación de las violencias sexuales.