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Las violencias más frecuentes son los comentarios sexuales incómodos (97%) y las insistencias ante negativas (86%).
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Una de cada cinco mujeres que responden ha sufrido violaciones (agresiones sexuales con penetración) con o sin uso de la fuerza física.
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Las mujeres víctimas de una agresión sexual acudirían preferentemente a sus amistades, y en segundo a lugar a su familia, puntos “lila”, entidades especializadas y colectivos feministas.
La Fundación Salud y Comunidad (FSC) ha presentado hoy el informe de resultados 2017/2018 de su Observatorio Noctámbul@s, en el marco de la jornada “Violencias sexuales en entornos festivos”, celebrada en el Espacio Francesca Bonnemaison de Barcelona. El proyecto, iniciado por FSC en el año 2013, está financiado por el Plan Nacional sobre Drogas del Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad y se enmarca en una línea de prevención y reducción de riesgos. El observatorio sitúa la perspectiva de género como eje central del análisis.
En el último año se ha realizado un nuevo análisis cualitativo de 30 entrevistas grupales en profundidad a protagonistas del ocio nocturno (jóvenes, adultos, …). También, se ha creado un cuestionario “online” que podía responder quien lo desease, obteniéndose 1.541 respuestas, 73% de ellas mujeres, y mayoritariamente desde Cataluña y Madrid. Se han analizado los riesgos y posibles soluciones derivados de la configuración de espacios urbanos vinculados al ocio, y se ha revisado críticamente la lógica de los protocolos de prevención y actuación frente a las violencias sexuales.
Algunas de las principales cuestiones que se destacan en este informe, tal y como se ha señalado durante la jornada, son:
- Las mujeres desarrollan estrategias de autocontrol de su consumo de drogas para evitar sufrir violencias sexuales o ser responsabilizadas por ello.
Las mujeres intentan controlar un consumo excesivo de drogas en mayor medida que los varones, y limitan su libertad de acción para evitar sufrir violencias sexuales y además, ser culpabilizadas. Estas estrategias son: salir menos, consumir con menos asiduidad y/o en menor cantidad, ir en grupo y cuidarse entre ellas… Además, los resultados de la encuesta apuntan a que, aunque los hombres consumen más en casi todo tipo de drogas, las mujeres les igualan en la frecuencia de consumo de las drogas legales y menos estigmatizadas (alcohol, tabaco). Esas sustancias se relacionan socialmente (de forma errónea en lo relativo al alcohol) con una menor pérdida de control en el comportamiento. También son consistentemente altos para ambos sexos, pero más frecuentes entre varones, los consumos de cannabis y cocaína.
Otras ideas importantes relacionadas con el consumo son:
- Un 18% de los hombres participantes en la encuesta habría invitado a consumir alguna droga a otra persona (básicamente a mujeres) con la finalidad de acabar teniendo relaciones sexuales. A la inversa, solo un 6% de mujeres afirma haber realizado esta práctica. En ningún caso estamos hablando de “burundanga” sino de las sustancias a las que nos referimos en este informe.
- El alcohol continúa siendo la droga más presente en los contextos de ocio nocturno, tanto en hombres como en mujeres. Porcentajes menores de personas que responden a la encuesta online, pero muy relevantes por la peligrosidad, son el 24,6% de hombres/ 13,3% de mujeres que han usado en alguna ocasión en el ámbito del ocio sustancias potencialmente disparadoras de agresividad como speed o anfetaminas, y el 5,1% de mujeres y 8,3% de hombres que han consumido productos de propiedades anestésicas y narcotizantes como la ketamina o el GHB. El 5,8% de varones / 3,1% de mujeres que afirma haber consumido al menos en pocas o algunas ocasiones “opio u heroína” es altamente preocupante y debería ser objeto de mayor estudio.
- Es necesario revisar ciertos discursos que asocian las violencias sexuales con la juventud.
Hemos observado una tendencia en los discursos a estigmatizar a la juventud o asociar de manera determinista esta edad o momento vital con las violencias sexuales.
La mayoría de las personas mayores de 35 años a las que hemos entrevistado considera que las generaciones más jóvenes son más machistas y/o violentas que la suya, lo cual puede darse por dos motivos: porque las violencias se están visibilizando y denunciando en mayor medida, o porque hay una voluntad explícita de no cuestionarse o negar las violencias sexuales propias y del entorno.
De acuerdo con los resultados de este estudio, podemos afirmar que la violencia sexual no tiene fronteras de edad, y que personas adultas y jóvenes perpetúan discursos y prácticas relacionadas con ellas.
- Para mejorar la percepción de seguridad de los espacios de ocio nocturno, estos tienen que dar cabida a una mayor diversidad de personas y prácticas.
En el estudio actual, hemos comprobado cómo la percepción de inseguridad es mayor cuando una zona de ocio es poco diversa, es decir, cuando hay concentración de una sola actividad o de un cierto grupo más o menos homogéneo de personas, ya sean, por ejemplo, turistas o personas “haciendo botellón”. Por tanto, un criterio común a tener en cuenta a la hora de mejorar la percepción de seguridad es diversificar las opciones de ocio nocturno para que den cabida a una pluralidad más amplia de personas y de prácticas de ocio.
- Un 97% de las mujeres que completa la encuesta online manifiesta haber sufrido algún tipo de violencia sexual por parte de hombres.
- Los comentarios incómodos de carácter sexual son sufridos por un 97,1% de las mujeres, emitidos por varones. De estas, un 52% los sufre “siempre” o “muy a menudo” y el resto” pocas” o “algunas” veces. Adicionalmente, un 29% han recibido esos comentarios de otras mujeres, pero de formas mucho menos frecuentes.
- Las insistencias masculinas ante una negativa son vividas en un 87% de los casos, a menudo con bastante frecuencia. En cambio, las insistencias de otras mujeres sólo se dan en el 14% de los casos, y con menos frecuencia.
- Los tocamientos no consentidos por parte de hombres hacia mujeres ascienden al 81,4%; una cuarta parte de ellas los sufren “siempre” o “muy a menudo” cuando salen.
- Un 44,7% de las mujeres encuestadas dice haber sufrido acorralamientos, la mitad de las cuales (22,3%) los ha vivido con alguna frecuencia o a menudo, y la otra mitad (22,4%) de manera puntual.
Estas cifras ponen de manifiesto la alta frecuencia con la que las mujeres sufren el amplio espectro de violencias sexuales más normalizadas y legitimadas en la sociedad patriarcal, así como el carácter estructural y sistémico de las mismas. Por ello, urge desnormalizar todos los tipos de violencia, considerando además la interrelación de todas ellas.
- Una de cada cinco mujeres que responde la encuesta en la web ha sufrido violaciones (agresiones sexuales con penetración), con y sin uso de la fuerza física, vinculadas a espacios o prácticas de ocio.
De las respuestas a nuestra encuesta, se deriva que un 5% de las mujeres ha sufrido una violación con fuerza en algún momento de su vida, y algunas de ellas en más de una ocasión.
Por otra parte, un 17,5% de mujeres afirma haber sufrido una violación sin necesidad de que el agresor de haya hecho uso de la fuerza física. En algunos casos esta situación se repite, incluso con frecuencia.
La percepción de las informantes es que, en estas situaciones extremas, su agresor había consumido “mucho” en el 38% de los casos, mientras que en las restantes ocasiones había consumido “poco” o nada”. La valoración de su propio consumo de drogas era que en un 8% de los casos habían “consumido mucho y no tenían capacidad de reacción”, en un 37% habían “consumido mucho” pero creían tener capacidad de reacción, y en el restante 55% habrían consumido “poco o nada”.
A pesar de que la muestra que responde a la encuesta online se ha autoseleccionado y no es representativa, estas cifras nos sorprenden por su enormidad y nos animan a un estudio más detallado.
- Las dinámicas de violencias sexuales en ocio nocturno son diferentes según los espacios en los que se den.
- En un 78% se dan donde la “fiesta” era un espacio totalmente expuesto a estas situaciones.
- A esta cifra le sigue la de los momentos posteriores a la fiesta, vivido en un 63%.
- En tercer lugar, el 62% afirma haber sufrido alguna vez algún tipo de agresión sexista en el espacio público, especialmente transitándolo sola.
- El 50% de las mujeres afirma haber vivido alguna situación de violencia sexual en el transporte público, a pesar de ser un servicio gestionado por los ayuntamientos y otras administraciones.
- Y, en último lugar, el 32,5% de las mujeres recibieron violencia a través de las redes sociales en el contexto de ocio nocturno y consumos.
- El género, muy presente en las motivaciones para el consumo y las expectativas a la hora de salir de fiesta.
Los chicos consideran que su noche ideal debe contener “consumir alcohol y otras drogas” (70%) frente a aproximadamente el 60% de las chicas, así como “tener relaciones sexuales” (70% hombres vs. 51% mujeres), y todo ello además con mayor intensidad. La difícil conciliación entre los usos excesivos de ciertas drogas y los comportamientos sexuales prudentes (ya sean de uso de preservativos o de otro tipo) no parece ser suficientemente considerada por quienes responden.
- Las redes informales (amistades), los servicios públicos de apoyo y las entidades especializadas y las feministas, claves en el apoyo a las víctimas.
Uno de los aspectos concluyentes de esta investigación es que las personas del entorno de las mujeres, en concreto las amistades, son esenciales para el apoyo, en caso de sufrir una agresión sexual. Las mujeres contarían también con la familia, los puntos “lila”, las entidades especializadas y los colectivos feministas.
- Más allá de acciones puntuales, es imprescindible la elaboración de protocolos integrales basados en metodologías participativas.
- Es necesario abordar los aprendizajes de la sexualidad en las campañas preventivas
En una sociedad patriarcal en la que la sexualidad se erige como un eje fundamental de control, dominio y subordinación de las mujeres, es necesario incidir en cómo se construye esa sexualidad y, en concreto, en el modo como se produce y reproduce una (hetero)sexualidad masculina hegemónica basada en la dominación.
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